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Con tu permiso Juahnes.
Scott Walker – Bish Bosch [4AD, 2012]
Amigos de los sonidos siniestros, opresivos, descarnados y abismales: Scott Walker, que en su época, con su “boy band” The Walker Brothers vendía más discos que los Beatles, ha sacado un LP. Y solo saca uno cada década. Festejemos. Para los no familiarizados, dos apuntes. Sí, era una “boy band”, como los Back Street Boys, pero en yeyé. Y sí, desde hace tres décadas (o puede que más, según se mire), los discos de Scott Walker son, probablemente, las experiencias más agónicas en materia de música “popular” que hayan visto la luz, al menos a un nivel de distribución relativamente amplio. Entre el status anterior y el actual median los agobios de una fama desmedida, la mala reacción de sectores de la prensa ante su reinvención en plan Jaques Brel de los discos Scott, Scott 2, Scott 3 y Scott 4, una estancia en un monasterio aprendiendo canto gregoriano, una depresión combinada con una plaga de pesadillas en los 70 y un perfeccionismo asfixiante. Y, en general, la galopante degradación del género humano a medida que nos acercamos al inminente apocalipsis. Este “Bish Bosch” continúa y parece ser que cierra la etapa lúgubre y acongojante comenzada con “Climate of Hunter” (1984), luego continuada con “Tilt” (1996) y “The Drift” (2006). Se trata, especialmente en este caso, de un disco largo, pesado, difícil, críptico y agobiante. Un artefacto muy poco convencional, que se vale de un lenguaje desestructurado, plagado de referencias históricas e intertextuales, juegos de palabras y préstamos de otras lenguas para construir un texto desbordante, más próximo a “La Tierra Baldía” de T.S. Eliot (denso y complejo poema épico del descuajeringue humeante post Primera Guerra Mundial) que a cualquier disco de pop o rock habido o, probablemente, por haber. Un disco grabado casi sin bajo, utilizando fricciones de enormes machetes, sonidos de pedos y ráfagas electrónicas acompañando a batería, sinte y guitarra, en el que Walker, de 69 años ya, en un estilo vocal hiperteatral y doliente, mezcla a dictadores rumanos, estrellas del firmamento, futbolistas del Chelsea y héroes romanos en un relato incómodo y disparatado. Además, se las apaña para referirse a los genitales masculinos de varias formas, en más de un idioma. Mi favorita, “coglione”. Maestro!